sábado, 7 de junio de 2008

MIRADA DE TORO BRAVO

Hace unos días, escuché en un telesuceso, perdón, telediario vespertino, que por las tierras levantinas existía un astado envuelto en un hado de grandeza, por su fiereza y peligrosidad; 5 heridos graves y un muerto llevaba sobre las espaldas este bonito lucero.
Evidentemente, era la pieza más codiciada en cualquier encierro valenciano y su caché crecía con forme aumentaba su currículum vital o su vida laboral, según queramos expresarlo.

Bueno, así es el ser que reina en la tierra; no me sorprendió la noticia.

Poseemos una capacidad de adaptación ilimitada, para acostumbrarnos y cohabitar con los más absolutos horrores televisivos, mientras alimentamos nuestros estómagos ajenos a las catástrofes naturales, genocidios africanos, inanición infantil y un largo etcétera de vulneraciones a los derechos más elementales del ser “humano”.

Pero no deseo desviarme de la cuestión que quería sacar a la palestra, cuando la mirada taciturna de esta res, evocó en mí la siguiente pregunta: ¿Está moralmente justificada la venganza?
Poniéndome en la piel del padre al cual un toro agasajado, ha arrebatado la vida de su hijo… No quiero influenciar al lector.

Pero, que pasaría en el caso de que el agresor perteneciese a la especie de los ilustrados.
Es evidente que la legalidad, el proceso de normas que nos lleva a una legislación, es inevitable, para la convivencia de cualquier grupo de personas. Ya sea un Estado, una comunidad económica europea, o el seno de una familia.

Pero la pregunta clave en este embrollo es la siguiente: si damos por supuesto que el individuo damnificado no tiene fe en las leyes divinas, ni en las humanas, sino en su propio criterio de justicia, ¿es la venganza un acto que ennoblece la dignidad de la persona?

Gandhi dijo supongo que en más de una ocasión: “ojo por ojo y el mundo se quedará ciego”
La ley del Talión dice: “ojo por ojo y diente por diente”

¿Tiene algo que ofrecernos la venganza.?

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